miércoles, 8 de septiembre de 2010

Nunca había aprendido a elegir

Se despierta, como cada día mil pensamientos se le vinieron a la cabeza, pero se sentía mareada, era raro.
Al levantarse, se tambaleó... todo giraba nuevamente... qué extraña sensación.
Cayó, Anna Paula Cayó al suelo sin más, ahí sobre esa alfombra que había comprado hace cinco años en un mercado en su viaje a India, cayó vestida con aquélla pijama que su padre le había regalado hacía una semana, cayó observada por aquéllos peluches que no se atrevía a deshechar a pesar de tener ya 23 años, cayó y no se enteró de más.
Despertó ¿dónde estoy? se preguntó, nada le era familiar, la alfombra, la pijama, los peluches... todo... nada estaba.
No había nada ¿sabes? como el blanco extremo, un blanco que si lo mirabas fijamente te hacía doler la vista, avanzó ¿hacia dónde? no lo sabía.
Debo ir al doc hoy, pensó para si... luego pensó ¿cómo iría al "doc" si no se veía nada familiar, sólo un largo pasadizo blanco... empezó a correr, con furia, con desesperación... correr correr... siempre que corría se sentía libre, feliz, como si volara ¿sabes?... corrió y corrió y pareció no avanzar ni un paso... de pronto una puerta, otra, otra y otra más, el pasadizo antes desierto se vio superpoblado de puertas.
Angustia ¿cuál elegir?
¿Cómo abrir la puerta adecuada?
Pánico, la angustia de debatirse entre el hacer o no hacer...
¿qué hacer? ¿qué elegir?
Estaba perdida, nunca había sabido elegir.

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